Honor y violencia de género
Desde tiempos inmemoriales, la sociedad ha disminuido,
menospreciado, impedido, castigado, dificultado y juzgado el papel de la mujer
en esta. La razón es más que nada la gran relevancia del honor a lo largo de la
historia, que, desgraciadamente, se preserva hasta nuestros días, aunque en
menor medida.
Con tan solo un poco de indagación en estos conceptos, se
puede apreciar la relación tan estrecha que guardan. El honor del pasado es
traducible a nuestros días como la reputación que alguien tiene o la imagen que
los demás tienen sobre él o ella. Era como la carta de presentación de cada
persona, y nadie quería que en esa carta ponga “su hermano fue asesinado por
x”, “su padre fue asesinado por x”, “su hermana se ha fugado con x de la
familia enemiga”, etc. Es decir, era un aspecto muy importante y, por tanto, su
presentación era esencial y su agradecimiento era preferible.
La reputación de una mujer estaba relacionada con la
preservación de la limpieza del hogar, de la imagen de sus hijos y de la
aprobación de su mundo y la satisfacción de las necesidades de este. Mientras
que la del hombre consistía en la realización de labores “masculinas”, la
preservación del honor familiar y el mantenimiento de la mujer sumisa. Digamos
que para una mujer era más difícil hacer que estén orgullosos de ella si esta
estaba todo el día realizando las labores del hogar, el cuidado de los hijos,
etc. se decía que ese era su trabajo y que eso le corresponde. Mientras que el
hombre, si acude a su puesto de trabajo (y a veces ni eso), puede estar el
resto del día sin hacer nada productivo o gastando el dinero (que él ha ganado
para su familia o el que la mujer había ganado en jornadas laborales más duras
y peor pagadas), salir e incluso ser infiel a su matrimonio, mientras que, si
la mujer hacía esto podría ser hasta asesinada. Con un pequeño acto de bondad o
responsabilidad que hiciese un hombre ya se le aclamaba, por ejemplo, que un
hombre hiciese alguna tarea de la casa ya era considerado un gran acto de
bondad hacia su esposa.
Hablemos ahora de la virginidad. Hasta nuestros días, se
sigue preservando esta idea de que la esposa ideal sería una niña (porque no
hay otra forma de llamar a una chiquilla de entre 10 y 14 años que se casaban
con señores mayores) virgen, en la flor de la vida, inocente, pequeña, crédula,
ilusa y mona, y el marido ideal sería un señor mayor, “experimentado”, sabio e
inteligente, simplemente repugnante. Pese a que esto se preserva hasta nuestros
días en algunos lugares donde la tradición es algo muy relevante o en lugares
menos desarrollados, una nueva versión de este pensamiento se ha extendido en
las zonas antónimas a las anteriormente citadas. Esa idea, que es interiorizada
hasta por las generaciones más más jóvenes, consiste en que la novia ideal
sería una chica más bajita, pequeña, delgada y, por supuesto, virgen. Como las
mujeres también creen en ese ideal, las que no son bajitas o delgadas pueden
llegar hasta a suicidarse por no cumplir esos requisitos y por la constante
discriminación que estas personas sufren a diario en nuestra sociedad.
Hablemos de la violación y la violencia de género. Si bien
se dan casos de mujeres a hombres, representan menos del uno por ciento del
total: los violadores piensan que, por ser hombres, tienen el poder de hacer lo
que quieran con las mujeres. Piensan que la mujer es como un trofeo y llegar a
abusar de ellas verbal, física o sexualmente es considerado como conseguir ese
trofeo. Piensan que pueden decirle lo que sea a una mujer por la calle, porque,
total, “es solo una mujer”, las ven débiles y manejables. Consideran que
“hacerse” a una mujer está bien y que da igual la forma de llamarlas (por
ejemplo, gatitas). Cantantes famosos y personas influyentes tienen estos pensamientos. Sé que de varios
cantantes que cosifican a la mujer y la ven como una posesión o una esclava
sexual, y de personas influyentes que agreden a sus novias o mujeres para ganar
visitas.
Ligando esto con los libros leídos en clase, en la obra Don Álvaro o la fuerza del sino, se nota
un claro machismo proveniente de los hermanos de Leonor, que consideran que su
hermana no puede fugarse con el que ha matado a su padre. En La casa de
Bernarda Alba, en lo primero que piensa Bernarda cuando ve a su hija muerta no
es “¿Por qué se habrá suicidado?”, sino “Que nadie sepa jamás que mi hija no ha
muerto virgen”.
En conclusión, el machismo y el honor siempre han estado
relacionados y desgraciadamente provocan numerosos asesinatos, suicidios,
violaciones y agresiones sexuales anualmente. El futuro ideal sería uno en el
que estor términos no estén ligados, ya que, de esta manera se erradicaría el
machismo completamente. Otra gran solución a este problema sería la educación.
Si a los niños se les educa con una igualdad de género total, es muy improbable
que el machismo siga vigente.
AUTOR: Pupupuerta
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