EL MISTERIO DEL BOSQUE
Enrique, Luis y Martina habían decidido vencer todos sus temores y pasar la noche en el castillo embrujado.
En realidad, era un torreón lo que quedaba del castillo. Todo lo demás eran ruinas. En el pueblo decían que estaba encantado y que ocurrían sucesos terroríficos y por eso no se debía ir por la noche.
Los tres amigos no lo creían. Además, pensaban grabarlo todo para demostrar a todo el mundo lo equivocados que estaban.
Llegaron al castillo al atardecer. Llevaban sacos de dormir, linternas y todo lo necesario para pasar la noche.
Al principio todo iba bien. Poco a poco iba oscureciéndose y se escuchaban los sonidos del campo. Todo parecía tranquilo y pensaban que pasarían la noche sin más.
Pero de repente todo empezó a cambiar. Empezaron a escuchar unos quejidos y unos golpes como de alguien que quiere salir de un lugar cerrado. Luego empezaron a escuchar ruidos metálicos como alguien que golpea con una herramienta de metal.
Trataban de estar tranquilos y se convencieron entre ellos de que no pasaba nada, pero entonces lo vieron. Vieron una silueta a la luz de la luna. Era un hombre con una capa por encima.
El hombre se acercaba a ellos. Los tres gritaron y de repente el hombre desapareció. Los tres amigos pensaron que era una alucinación suya y trataron de calmarse.
Decidieron dar una vuelta e investigar de donde venían los ruidos que habían escuchado.
De repente, un ruido muy fuerte sonó. Los tres se sobresaltaron. El encapuchado apareció con un hacha delante de ellos. Corrieron y corrieron huyendo de ese loco que los perseguía con el hacha dando gritos. De repente, en la oscuridad, cayeron rodando por un barranco y cuando llegaron abajo y pudieron encender la linterna, entre la maleza, vieron una especie de ataúd de hierro. Dentro del ataúd se escuchaban golpes. Los tres estaban aterrados. A pesar del miedo que sentían, golpearon el candado con una piedra, lo rompieron y abrieron la caja. Dentro de la caja había una muchacha malherida, llena de sangre y vestida con un vestido blanco. Era una imagen aterradora.
La joven casi no podía hablar, pero como pudo salió del ataúd y les hizo señales para que la siguieran. Los llevó hasta el muro del torreón. Había un hueco entre las piedras. Entraron siguiendo a la muchacha y descubrieron el lugar del que provenían los gritos. Había otros cuatro muchachos atados, malheridos y ensangrentados.
El hombre del hacha estaba sentado, parecía dormido. De repente, se levantó y les amenazó con el hacha. Luis gritó. Martina y Enrique empujaron al hombre y Luis y la chica lograron quitarle el hacha. Después le quitaron la capucha. Era el guarda del castillo. Todos lo conocían en el pueblo y parecía una persona normal.
El guarda del castillo confesó ser un asesino en serie y confesó el asesinato de cinco personas que estaban enterradas en el bosque cerca del torreón. Por ese motivo hacía creer que el castillo estaba embrujado para mantener a la gente alejada de allí y poder llevar a cabo sus crímenes.
Ana Cezón Gonzalo
3º B
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